Sábado, 28 de julio de 2007
ENTREVISTA A PATTI GALLAGHER MANSFIELD
Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - La Agencia Fides ha dirigido algunas preguntas a la señora Patti Gallagher Mansfield, que hace 40 años, junto a un grupo de colegas estudiantes universitarios, participaron en una retiro espiritual que marcó el inicio del movimiento mundial posteriormente denominado Renovación Carismática y al cual hacen hoy referencia 120 millones de católicos en 235 países de todo el mundo.
¿Nos podría contar los inicios de la Renovación Carismática católica?
ENTREVISTA A PATTI GALLAGHER MANSFIELD
Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - La Agencia Fides ha dirigido algunas preguntas a la señora Patti Gallagher Mansfield, que hace 40 años, junto a un grupo de colegas estudiantes universitarios, participaron en una retiro espiritual que marcó el inicio del movimiento mundial posteriormente denominado Renovación Carismática y al cual hacen hoy referencia 120 millones de católicos en 235 países de todo el mundo.
¿Nos podría contar los inicios de la Renovación Carismática católica?
Hace cuarenta años, del 17 al 19 de febrero de 1967, participamos en un retiro durante un fin de semana con 25 estudiantes de la Duquesne University de Pittsburgh, Pennsylvania, que tenía como tema los Hechos de los Apóstoles. Antes de iniciar cada sesión invocábamos al Espíritu Santo con el antiguo himno Veni Creator Spiritus. Durante el retiro surgió una pregunta: ¿por qué nosotros los católicos no teníamos la experiencia del Espíritu Santo de la misma manera en que la vivieron los apóstoles en Pentecostés? Se nos dijo que si bien habíamos recibido los sacramentos de la iniciación cristiana de niños era importante que de adultos ratificáramos la gracia de esos sacramentos y abandonáramos de manera incondicional nuestras vidas en Dios.
El sábado 18 de febrero un joven, David Mangan, propuso renovar al final del retiro el sacramento de la confirmación con una ceremonia, de la misma manera como cada año renovamos las promesas bautismales en la vigilia de Pascua. David y yo estábamos de acuerdo que aunque ningún otro hubiera querido renovar la propia confirmación nosotros lo habríamos hecho. Antes de que terminara el día tanto David como yo sentimos el impulso de ir a la capilla, cada uno de manera independiente del otro, y allí encontramos al Espíritu Santo de manera palpable.
Mientras me arrodillaba delante de Jesús en el Santísimo Sacramento literalmente temblaba ante la sensación de su majestad y santidad. Superado el miedo pronuncie una oración de completo abandono a él. Inmediatamente después me descubrí postrada e inundada del amor de Dios. David había estado en la misma capilla algunas horas antes y había tenido una experiencia idéntica. Casi la mitad de los estudiantes fueron a la capilla durante esa noche y encontraron al Espíritu Santo entre fervorosas oraciones, alabanzas, alegría, lagrimas y maravilla.
Entonces no me podía imaginar que un retiro, hoy conocido como el “Duquesne Weekend” sería el inicio de un movimiento a nivel mundial en la Iglesia Católica que posteriormente sería llamado Renovación Carismática. Se calcula que actualmente son unos 120 millones de católicos presentes en 235 países en todo el mundo los que han recibido la efusión del Espíritu Santo en el Espíritu Santo y que participan de alguna manera de la Renovación Carismática en la Iglesia.
¿Qué cosa te ha impulsado a buscar vivir en profundidad la experiencia del Espíritu Santo?
Como adolescente tenía el deseo de aprender más sobre mi fe y esto me llevó a frecuentar una universidad católica. Rápidamente me di cuenta que el estudio de la teología no era suficiente. Tenía hambre y sed no simplemente de conocer las cosas de Dios sino de conocer a Dios mismo. Comencé a asistir diariamente a Misa y a participar en un grupo de estudio sobre la Escritura en la Universidad de Duquesne. Fue ese grupo el que programo el retiro que se manifestó tan importante en mi vida personal y en la vida de la Iglesia.
¿Han habido otras personas que han vivido la misma experiencia? ¿También ellas han experimentado el mismo impulso que has sentido tú?
Algunos meses antes del “Duquesne Weekend”, dos de nuestros profesores habían comenzado a rezar pidiendo una experiencia más profunda del Espíritu Santo en su vida. Cotidianamente invocaban al Espíritu con el himno de la secuencia de Pentecostés. Durante esos meses de oración intensa algunos amigos les habían enviado dos libros: The Cross and the Switchblade (La Cruz y el puñal) de David Wilkerson y They Speak with Other Tongues (Ellos hablan en otras lenguas) de John Sherrill. Ambos libros describen la experiencia de recibir la efusión del Espíritu Santo. En enero de 1967 estos profesores frecuentaban un pequeño grupo de oración local compuesto por protestantes de distintas denominaciones que habían sido bautizados en el Espíritu Santo. En ese contexto recibieron el bautismo en el Espíritu Santo e inmediatamente sintieron los efectos de aquella gracia: un nuevo amor por Dios y por el próximo, una oración de pedido y de alabanza más profunda, una compresión inspirada de la Escritura, celo apostólico y acogida de los dones carismáticos. Ellos no contaron su experiencia a los otros miembros del grupo de estudio sobre la Escritura sino que llamaron la atención del grupo sobre la Persona y la obra del Espíritu Santo. Sólo la mitad de las 25 personas que habían participado en el “Duquesne Weekend” fueron bautizadas en el Espíritu. En mi libro As By A New Pentecost (Como un nuevo Pentecostés, Ediciones SERECA) he publicado el testimonio de doce personas que participaron en ese retiro.
A partir de ese momento, ¿cómo se ha desarrollado todo? ¿Qué cosa sucedió?
Puedo dar testimonio personalmente del modo como la noticia del bautismo en el Espíritu se difundió durante los primeros días de la Renovación, mucho tiempo antes de que llegara Internet y el correo electrónico. Uno de los testimonios de la difusión del Espíritu en Duquesne escribió a sus amigos usando copias en papel carbón (¡imagínense!) diciendo simplemente: “tengo una noticia demasiado hermosa para guardarla para mí”. Otro anunció: “no tengo necesidad de creer en Pentecostés, ¡yo lo he vivido!”.
Nació una red de amistades entre las personas de la Duquesne University, de la Michiagan State University y de la University of Notre Dame. Todos eran parte del movimiento de Cursillos o de otras realidades apostólicas juveniles. Pocas semanas después del “Duquesne Weekend”, Ralph Martin y Steve Clark visitaron la Universidad de Duquesne y participaron en una oración para recibir el bautismo en el Espíritu. No los conocía personalmente pero escribí en mi diario estas palabras: “¡Señor cuando te hagas presente en ellos, te harás presente en los Estados Unidos y después en el Mundo!” Estas palabras se demostraron proféticas desde el momento en que esos dos jóvenes, junto con otros como el Dr. Kevin Ranaghan y su mujer Dorothy, utilizaron sus dones para crear los primeros grupos de líderes, organizaciones, conferencias, comunidades y publicaciones carismáticas católicas. “Life in the Spirit Seminar” (La vida en el seminario del Espíritu) fue creada en los primeros años de la Renovación y todavía existe hoy en distintas formas en el mundo. Se trata de un breve curso que contiene el mensaje fundamental del Evangelio y prepara a las personas al bautismo en el Espíritu.
A partir de 1967, la Renovación Carismática (o Movimiento Pentecostal en la Iglesia Católica, como era llamado en los primeros años) se difunde en los campus de las universidades, en las capellanías, en los conventos y parroquias. Se iba propagando la buena noticia que gracias a una simple oración de fe, renovando el bautismo y la confirmación, católicos normales estaban comenzando a vivir una intensa vida en el Espíritu.
¿Se podría decir que vosotros sois los fundadores del Movimiento?
No, los que hemos participado en el Duquesne Weekend no somos fundadores en el sentido usual del término. Somos en primer lugar testigos de la intervención soberana de Dios. Aquellos que siguieron después de nosotros y han desarrollado programas para ayudar a difundir la noticia de la gracia de este “nuevo Pentecostés” han tenido un rol fundante pero ninguno de ellos reivindicaría el rol de fundador. En ese sentido somos distintos a otros movimientos eclesiales. La Renovación Carismática está mucho menos estructurada respecto a otros movimientos. Sustancialmente se basa en la gracia de recibir la efusión del Espíritu y la efusión de los dones carismáticos. Sin embargo siguiendo esa gracia fundamental se expresa de manera distinta en cada ocasión particular.
En tan sólo 40 años, el Movimiento se ha difundido por todo el mundo. ¿Cómo es esto posible?
El Papa Juan XXIII invitaba a la Iglesia entera a la oración: “Renovad hoy vuestros prodigios, como por una nueva Pentecostés”. El Concilio Vaticano II abrió de par en par las ventanas de la Iglesia a un viento nuevo del Espíritu Santo. La Renovación Carismática nació como respuesta a la oración de la Iglesia y a las necesidades de nuestro tiempo. Cuando se le preguntó a Pablo VI cuál era la más grande necesidad de la Iglesia de nuestro tiempo, respondió: “Es necesario decirlo, casi con temblor y en espíritu de oración, ya que, como bien sabéis, éste es el misterio de la vida de la Iglesia: el Espíritu, el Espíritu Santo… la Iglesia necesita de una nueva Pentecostés permanente, necesita tener fuego en el corazón, palabras en los labios, profecía en la mirada…” El Papa Juan Pablo II quería hacer a cada uno “dócil al Espíritu Santo”. Quién podría olvidar el modo en el que gritó, en la vigilia de Pentecostés de 1998: “¡Abríos con docilidad al Espíritu Santo! Aceptad con gratitud y obediencia los carismas que el Espíritu no deja jamás de conceder”. También nuestro Santo Padre, el Papa Benedicto XVI, ha acogido y alentado a la Renovación Carismática.
El movimiento se ha difundido tan rápidamente porque el Señor quiere mandar delante su Espíritu y renovar la faz de la tierra. Él ve el mundo cada vez más secularizado, así como los grandes desafíos que debemos afrontar en la Iglesia. Él sabe que los laicos comunes necesitan de instrumentos justos para poder vivir el Evangelio en medio de situaciones hostiles. Para poder responder a la llamada universal a la santidad debemos acoger al Espíritu Santo y sus dones santificantes. Para hacer que el Pueblo de Dios esté en grade de tomar nuestro puesto en la misión evangelizadora de la Iglesia, necesitamos del Espíritu Santo y de sus dones carismáticos.
Una persona puede ser bautizada en el Espíritu Santo y experimentar los dones carismáticos (Cf. 1Cor 12, 14) sin tomar parte en ninguna estructura específica al interior de la Renovación Carismática. Por esta razón, la gracia del bautismo en el Espíritu ha actuado libremente y rápidamente en todo el mundo.
¿Son momentáneas aquella experiencia y aquella fuerza que has vivido, o están siempre vivas en ti?
La gracia de haber recibido el bautismo en el Espíritu ha seguido siendo real en el curso de estos cuarenta años. Obviamente, la vida espiritual debe alimentarse con la oración cotidiana, con la lectura de la Sagrada Escritura, con la participación en la vida sacramental de la Iglesia, creciendo en la virtud y en los frutos del Espíritu, muriendo a uno mismo, viviendo para Dios y para los demás. Ha habido tiempos de prueba, aridez y desilusión, como para cualquier persona. Por ejemplo, en el año 2005 perdimos nuestra casa; el huracán Katrina se llevó nuestras oficinas y la casa de retiros, como pasó con muchos residentes en la costa del Golfo de los Estados Unidos. Sin embargo, en medio de estos sufrimientos, el Espíritu Santo ha sido nuestro consuelo y nuestro auxilio. Experimentamos la estupefaciente Providencia del Señor y la comunión espiritual con los hermanos y hermanas en todo el mundo, que rezaron por nosotros y nos enviaron su ayuda. Esforzarse por cumplir con la voluntad del Padre, amar a Jesús y seguirlo, experimentar el poder del Espíritu Santo, fueron una aventura maravillosa. Me sobrepasó un sentimiento de gratitud por el don del amor de Dios. Todo es gracia.
¿Puedes explicarnos brevemente qué hay en el corazón de la Renovación Carismática?
¡El bautismo en el Espíritu Santo! La síntesis del bautismo en el Espíritu se encuentra en Rm 5,5: “… el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado”. Millones de personas conocen hoy al Padre como ‘Abbà’, un padre dulce y cercano. “Jesús es el Señor” no es solamente una frase de la Biblia. Es la vida, ¡una vida siempre más abundante! Conocer a Jesús como Salvador viviente, Maestro, Amigo, Aquel que nos ama, el SEÑOR –todo esto se realiza gracias al bautismo en el Espíritu. El Espíritu Santo no es más la persona olvidada de la Trinidad, sino Aquel a quien invocamos, con un continuo “¡Ven, Espíritu Santo!”, sobre cada aspecto de nuestra vida y nuestro trabajo.
Se puede comprender el bautismo en el Espíritu como una efusión de la gracia del bautismo y de la confirmación que se realiza cuando la persona acepta voluntariamente la señoría de Jesús sobre su vida y permite al Espíritu Santo actuar “como en una nueva Pentecostés”. Se puede también comprender el bautismo en el Espíritu como una nueva venida del Espíritu Santo para poder salir al encuentro de un nuevo momento en la propia vida espiritual. El Papa Juan Pablo II, en una de sus enseñanzas sobre la Santísima Virgen, en Pentecostés, dijo que María no estaba presente en la sala del Cenáculo solamente como maestra y modelo: tenía también Ella necesidad de una nueva venida del Espíritu Santo para salir el encuentro de su nueva misión de maternidad espiritual, cuyo encargo escuchó de los labios mismos de Jesús en la Cruz. La apertura a los dones carismáticos, como la oración en lenguas, la profecía, la curación, tiene también habitualmente parte en ello.
Esta gracia de recibir la efusión del Espíritu Santo es nuestra porque la pedimos. Jesús dijo en Lucas 11, 9-13: “Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, le abrirán. […] Si, pues, vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!”. Nosotros, en la Renovación Carismática, creemos que el Señor quiere que todos los creyentes reciban la efusión del Espíritu con la experiencia de los dones carismáticos. No es necesario participar en nuestro movimiento para recibir esta gracia.
Cuando el Papa Benedicto XVI reunió a los miembros de todas las nuevas comunidades y movimientos eclesiales para la vigila de Pentecostés del 2006, nos guió hacia una renovación de la confirmación. Pensaba en cuán bello era ver que aquel mismo impulso que había visto nacer a la Renovación Carismática en la Iglesia estaba operando en Plaza San Pedro. ¡Ojalá todos los católicos pudieran renovar su confirmación y abrirse con docilidad al Espíritu Santo y a sus dones carismáticos!
¿Qué otras características tiene la Renovación Carismática como movimiento?
Una relación personal con Jesús como Señor y Salvador, el amor por la Escritura, una intensa vida de oración alimentada por los sacramentos de la Iglesia, el celo apostólico, la atención a los pobres y necesitados, la alegría, la alabanza, el uso de una gran variedad de dones carismáticos para evangelizar y una fe nutrida de esperanza. El Espíritu Santo hace nuevas todas las cosas: para los sacerdotes, los religiosos y las religiosas esto significa con frecuencia un nuevo fervor; para las personas casadas, un nuevo amor por el propio esposo o la propia esposa, una mayor paciencia y capacidad de perdón.
Par aquellos que desean información sobre la Renovación Carismática en su propio país, es posible contactar los servicios de la Renovación Carismática Católica Internacional en Roma (www.iccrs.org).
¿Es difícil encontrar un equilibrio entre tu intensa vida apostólica y la vida de familia, con tu vocación de madre y esposa?
Desde el inicio de mi vida en el Espíritu como joven mujer soltera, estaba convencida de que el matrimonio y la vida de familia eran una auténtica llamada a la santidad. Sentía el deseo de ser esposa y madre, y al mismo tiempo el deseo de difundir el Evangelio. El señor me mandó un marido maravilloso, un hombre de oración, santidad y cultura. Trabaja a tiempo completo para la Renovación Carismática y para la Arquidiócesis de Nueva Orleáns.
Cuando nuestros cuatro hijos eran más pequeños, mi actividad principal era la de ser madre a tiempo completo. Las lecciones aprendidas poniendo en práctica mi vocación a la maternidad han sido contadas en mi libro: Dios en cada cosa (Edición Renovación en el Espíritu Santo). En el curso de los últimos 15-20 años, el Espíritu Santo me ha impulsado a viajar más a nivel internacional, realizar conferencias y retiros para laicos y sacerdotes de todo el mundo. No es siempre fácil encontrar un equilibrio en una vida de este tipo, pero con la oración y la guía sabia de mi esposo y de mi director espiritual, es posible. Algunas veces pienso que la vida es como el signo de la Cruz. Nuestra mente debe estar puesta en el cielo, nuestros pies bien plantados sobre la tierra, un brazo sostiene nuestra familia y el otro el contacto con el mundo. Nuestro corazón de estar lleno del amor de Dios, derramado del Espíritu Santo que se nos ha dado (Cf. Rm 5, 5).
¿Cómo te sientes respecto del hecho de haber estado presente desde el inicio y de ver ahora las dimensiones de este movimiento?
Siento que, en mi pequeñez, participo en el misterio de Nuestra Señora. ¡Cuánto puede hacer un simple “sí”! Cuando María dijo su “sí” a Dios, no podía imaginar las repercusiones de dicho consentimiento… aquellos misterios –de gozo, de luz, de dolor, de gloria– que le esperaban. Ese abandonarse de María cambió el curso de la historia humana y ahora todas las generaciones la llaman beata. Lo mismo vale para mi propio “sí” y para el tuyo. Dan vida a una cadena de eventos en la vida de los demás, cuya conversión está ligada a la nuestra. ¡Es verdaderamente misterioso y maravilloso! No puedo decirte cuantas personas en todo el mundo se tienen ligadas a mí simplemente porque pronuncié mi “sí” a Dios en el “Duquesne Weekend”, cuando era una joven de 20 años.
Quién sabe qué sorpresas tiene el Espíritu Santo preparadas para cada uno de nosotros si logramos ser como María y decir nuestro “sí” incondicional a Dios. “A Aquel que tiene poder para realizar todas las cosas incomparablemente mejor de lo que podemos pedir o pensar, conforme al poder que actúa en nosotros, a Él la gloria en la Iglesia y en todos los tiempos. Amén” (Ef 3, 20-21).