DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO
XVI
A LOS PARTICIPANTES EN LA REUNIÓN
DE RENOVACIÓN EN EL ESPÍRITU
A LOS PARTICIPANTES EN LA REUNIÓN
DE RENOVACIÓN EN EL ESPÍRITU
Plaza de San Pedro
Sábado 26 de mayo de 2012
Sábado 26 de mayo de 2012
Queridos hermanos y hermanas:
Con gran alegría os acojo con ocasión del cuadragésimo
aniversario del nacimiento de la Renovación en el Espíritu Santo en Italia,
expresión del movimiento de renovación carismática más amplio que recorrió la
Iglesia católica tras el concilio ecuménico Vaticano II. Os saludo a todos con
afecto, comenzando por el presidente nacional, a quien agradezco las amables
palabras, llenas de Espíritu, que me ha dirigido en nombre de todos vosotros.
Saludo al consejero espiritual, a los miembros del comité y del consejo, a los
responsables y a los animadores de los grupos y de las comunidades esparcidas
por Italia. En esta peregrinación vuestra, que os ofrece la oportunidad de orar
ante la tumba de san Pedro, podéis fortalecer vuestra fe, crecer en el
testimonio cristiano y afrontar sin temor, guiados por el Espíritu Santo, las
exigentes tareas de la nueva evangelización.
Me alegra encontrarme con vosotros en la víspera de Pentecostés, fiesta fundamental para la Iglesia
y tan significativa para vuestro movimiento, y os exhorto a acoger el amor de
Dios que se comunica a nosotros mediante el don del Espíritu Santo, principio
unificador de la Iglesia. En estas décadas —cuarenta años— os habéis esforzado
por dar vuestra aportación específica a la extensión del reino de Dios y a la
edificación de la comunidad cristiana, alimentando la comunión con el Sucesor
de Pedro, con los pastores y con toda la Iglesia. De varias maneras habéis afirmado
la primacía de Dios, a quien se dirige siempre y sumamente nuestra adoración. Y
habéis procurado proponer esta experiencia a las nuevas generaciones, mostrando
la alegría de la vida nueva en el Espíritu a través de una amplia obra de
formación y múltiples actividades vinculadas a la nueva evangelización y a la missio
ad gentes. Vuestra obra apostólica ha contribuido así al crecimiento de la
vida espiritual en el tejido eclesial y social italiano mediante caminos de
conversión que han llevado a muchas personas a sanarse en profundidad por el
amor de Dios, y a muchas familias a superar momentos de crisis. En vuestros
grupos no han faltado jóvenes que generosamente han respondido a la vocación de
especial consagración a Dios en el sacerdocio o en la vida consagrada. Por todo
ello os doy gracias a vosotros y al Señor.
Queridos amigos, No
cedáis a la tentación de la mediocridad y de la rutina. Cultivad en el alma
deseos elevados y generosos. Haced
vuestros los pensamientos, los sentimientos y las acciones de Jesús. Sí, el
Señor llama a cada uno de vosotros a ser colaborador infatigable de su proyecto
de salvación que cambia los corazones; os necesita también a vosotros para
hacer de vuestras familias, de vuestras comunidades y de vuestras ciudades
lugares de amor y de esperanza.
En la sociedad actual vivimos una situación en ciertos
aspectos precaria, caracterizada por la inseguridad y la fragmentación de las
opciones. A menudo faltan puntos de referencia válidos en los que inspirar la
propia existencia. Por lo tanto, se hace cada vez más importante construir el
edificio de la vida y el conjunto de las relaciones sociales sobre la roca
firme de la Palabra de Dios, dejándose guiar por el Magisterio de la Iglesia.
Se comprende cada vez más el valor determinante de la afirmación de Jesús, que
dice: «El que escucha estas palabras
mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su
casa sobre roca. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos
y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre
roca» (Mt 7, 24-25).
El Señor está con nosotros, actúa con la fuerza de su
Espíritu. Nos invita a crecer en la confianza y en el abandono a su voluntad,
en la fidelidad a nuestra vocación y en el compromiso de ser adultos en la fe,
en la esperanza y en la caridad. Adulto, según el Evangelio, no es quien no
está sometido a nadie y no necesita de nadie. Adulto, o sea, maduro y
responsable, puede ser sólo quien se hace pequeño, humilde y siervo ante Dios,
y quien no sigue simplemente los vientos del tiempo. Por ello, es necesario formar
las conciencias a la luz de la Palabra de Dios, y dar así firmeza y madurez
verdadera; Palabra de Dios de la que obtiene sentido e impulso todo proyecto
eclesial y humano, también en lo relativo a la edificación de la ciudad terrena
(cf. Sal 127, 1). Es necesario renovar el alma de las instituciones y
fecundar la historia con semillas de vida nueva.
Actualmente los creyentes están llamados a un testimonio de
fe convencido, sincero y creíble, íntimamente unido al compromiso de la
caridad. A través de la caridad, de hecho, incluso personas lejanas o
indiferentes al mensaje del Evangelio logran acercarse a la verdad y
convertirse al amor misericordioso del Padre celestial. Al respecto expreso
satisfacción por cuanto hacéis por difundir una «cultura de Pentecostés» en los
ambientes sociales, proponiendo una animación espiritual con iniciativas a
favor de quienes sufren situaciones de malestar y marginación. Pienso en
particular en vuestra obra a favor del renacimiento espiritual y material de
los detenidos y de los ex detenidos; pienso en el «Polo de excelencia de la
promoción humana y de la solidaridad Mario y Luigi Sturzo» en Caltagirone; así
como en el «Centro internacional para la familia» en Nazaret, cuya primera
piedra tuve la alegría de bendecir. Proseguid en vuestro compromiso por la
familia, lugar imprescindible de educación en el amor y en el sacrificio de uno
mismo.
Queridos amigos de la Renovación en el Espíritu Santo, no os
canséis de dirigiros al cielo: el mundo tiene necesidad de oración. Hacen falta
hombres y mujeres que sientan la atracción del cielo en su vida, que hagan de
la alabanza al Señor un estilo de vida nueva. Y sed cristianos alegres. Os encomiendo a todos a María santísima,
presente en el Cenáculo en el acontecimiento de Pentecostés. Perseverad con
ella en la oración, caminad guiados por la luz del Espíritu Santo viviendo y
proclamando el anuncio de Cristo. Que os acompañe la bendición apostólica
que con afecto os imparto, extendiéndola a todos los miembros y a vuestros
familiares. Gracias.
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